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La desigualdad territorial, otro elemento de la “normalidad”al que no deberíamos regresar

28/05/2020

Editorial Ney Barrionuevo

A propósito de la pandemia del COVID-19, Albert Camus en “La Peste” escribía: “Todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro”; el V Informe Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad 2019 del Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, habla claro y fuerte sobre uno de los elementos sociales y económicos, pero también políticos y sobretodo culturales, que caracteriza a nuestro continente: la desigualdad, desde la dimensión territorial y con énfasis, en esta edición, sobre cómo se expresa la exclusión en los jóvenes rurales.

 

El V Informe Latinoamericano de RIMISP llama a las cosas por su nombre, más allá del metalenguaje de los  Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), los problemas tienen apelativos crudos, se llaman pobreza, hambre, insalubridad, falta de educación, exclusión de los jóvenes y mujeres. La investigación, siguiendo la tradición “rimispiana” de objetividad refrendada en una trayectoria que ya supera los 33 años, muestra la realidad a través de evidencia actualizada, identifica y analiza los claroscuros de los avances y de los retrocesos, siempre con un espíritu constructivo, encontrando en la praxis de los territorios, las experiencias que contribuyan a cerrar brechas, tender puentes y superar los rezagos.

Luego de una década de relativa bonanza económica, toda la región ha entrado en una etapa de crisis que se refleja en los indicadores económicos-sociales en relación al grado de cumplimiento de los ODS, en forma de una ralentización de los avances, en el retroceso de otros como la pobreza y en la persistencia de los problemas estructurales de desigualdad, como las brechas territoriales, incluyendo las urbano-rurales, que afectan con especial fuerza a las oportunidades para los jóvenes rurales.

Sin embargo, más allá de la mirada regional, RIMISP explica las dinámicas en cada uno de los países, que determinan la existencia de rezagos, siendo que la clave radica en las características territoriales; así, el Informe devela que los territorios rezagados son aquellos más rurales, remotos, pequeños en número de habitantes y con un mayor peso de población indígena y descubre las causalidades en la desatención del Estado, la falta de inversión en infraestructuras, servicios y activos territoriales, así como por una escasa diversificación productiva y de capacidad de agencia de los actores locales.

Al revisar los datos, los análisis y los testimonios de los jóvenes rurales, que recoge el informe se constata una dialéctica compleja, en la que el territorio importa, no determina en última instancia, pero sí incide sobre la trayectoria de vida de sus habitantes y desde la perspectiva de los jóvenes, les abre o les cierra oportunidades para sus proyectos, en términos de educación y acceso a servicios, pero también en las posibilidades de inserción en el mercado laboral o de emprendimientos, que se vuelven escasas si la dinámica territorial no se diversifica.

Dentro del territorio, la edad cuenta, pero el género también y la pertenencia étnica, la pobreza tiene rostro, es rural, es joven, mujer e indígena, desde México a la Patagonia. Por eso, aparte de las políticas centradas en las personas, familias, cadenas o sectores, se requiere de esfuerzos integrales y de niveles de diferenciación que atiendan las especificidades de los grupos más vulnerables.

Precisamente, los casos de aprendizaje que se hallan en el Informe, muestran como la combinación de políticas públicas desde los gobiernos nacionales y locales, en educación, emprendimiento y empleabilidad, con inversiones en vialidad que conecten las zonas rurales con ciudades intermedias, que ayuden a dinamizar los mercados, poniendo además en valor el patrimonio de diversidad biocultural de los territorios rurales, como elemento de diferenciación por calidad, obran a favor de la inclusión de los jóvenes, siempre y cuando en los territorios mismos se establezcan configuraciones de actores y coaliciones sociales que les abran las puertas para su participación y se fortalezca su capacidad de agencia.

Los hechos reseñados en el Informe evidencian con claridad, que la tendencia a la reducción de la pobreza y de las brechas de desigualdad, aunque mantiene una inercia positiva en líneas generales, se ha ralentizado o estancado, en casi todos los indicadores y con sus matices en todos los países de la región, a la vez que alerta a las sociedades y gobiernos, así como a los organismos supranacionales, de una tendencia a la retroceso y reversión, que perjudica a los territorios rezagados, con más gravedad entre los jóvenes, mujeres y poblaciones indígenas.

La pandemia del COVID-19 sin duda alguna agudizará la tendencia al deterioro de los indicadores económicos y sociales en el continente y pondrá de nuevo sobre la palestra las debilidades estructurales de los modelos de desarrollo y en particular las brechas de desigualdad en el acceso a recursos, servicios y capacidades en el medio rural; el nuevo escenario requerirá de una actualización de la información y de los análisis, para propuestas de reactivación post pandemia, así como también de ética y creatividad para nuevas respuestas, que nos alejen del retorno a la “normalidad” de la pobreza y de la exclusión, sino que nos conduzcan hacia caminos de desarrollo sostenible.

Los hallazgos del Informe, que cada dos años publica el RIMISP se han vuelto un documento de cabecera para los tomadores de decisión de políticas públicas en los gobiernos centrales y subnacionales, para los actores públicos, privados y de la cooperación internacional comprometidos con el desarrollo rural. Así como para los actores productivos en los territorios, que RIMISP no los asume como el “objeto” de estudio sino como los auténticos protagonistas del desarrollo.

Por otra parte, el V Informe Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad, con énfasis en los Jóvenes Rurales, es una muestra de la vitalidad del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, como un referente de la investigación sobre las transformaciones rurales y de propuestas estratégicas para el desarrollo sostenible, a la vez que es el resultado de un trabajo de equipo, liderado por Ignacia Fernández, directora del RIMISP y la savia nueva de investigadores como Miguel Albacete y Daniela Castillo, junto a la experiencia de Juan Fernándezel apoyo y retroalimentación de Chiara Cazzuffi  y David López; con la colaboración de las oficinas en Bogotá, Quito y México DF, que contó con el apoyo de Nataly Hernández (consultora independiente) para el levantamiento de datos de la nación mexicana. Así también, como varios aliados: Anidelys Rodríguez, consultora independiente (México); Ileana Gómez, investigadora de Fundación PRISMA (El Salvador); Abdul Trelles; y Raúl Asensio, del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), para obtener un panorama regional que en esta ocasión abarcó a México, El Salvador, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.

La desigualdad, también en el ámbito territorial y generacional, se ha hecho desgraciadamente una “seña de identidad” de Latinoamérica y es uno de los retos de transformación a lo largo del continente hacia un desarrollo sostenible. El informe de RIMISP aclara la situación de deterioro o estancamiento en los principales indicadores, pero también arroja luz sobre el futuro: si los Estados adoptan políticas activas e integrales y los actores territoriales generan configuraciones más abiertas e inclusivas, hay una esperanza para las personas, en especial para los jóvenes y las mujeres, en las comunidades y los territorios de superar el rezago, moviéndose hacia las coordenadas de un desarrollo sostenible.

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