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La justicia social como una utopía y una experiencia

26/02/2021

Por Rodrigo Yáñez, investigador principal de Rimisp.

A propósito de la conmemoración del día internacional de la Justicia Social celebrado por la ONU el 20 de febrero, tal vez sea bueno volver sobre este concepto que hoy resuena tanto en medio de los cambios históricos y agitados momentos políticos que atravesamos.

Ante todo, parece ser necesario considerar a la justicia social como un concepto que goza de una doble militancia. Digo doble militancia porque es tanto una idea como un sentir, un debate ideológico como una experiencia cotidiana.

Por un lado, la justicia social es una utopía, fuente de interpretación religiosa, política y filosófica que nos permite imaginar un horizonte de desarrollo pleno, individual y colectivo, hacia donde las sociedades deberían avanzar. En toda cultura está presente el debate sobre la forma en la cual los hombres y mujeres distribuimos el poder, cómo nos relacionamos y cómo proyectamos una vida digna, así como se legitiman cierto tipo de diferencias y desigualdades.

Ahora bien, la justicia social es también un espacio de lucha diaria, una experiencia que aparece constantemente en lo cotidiano. La lucha que levantan los movimientos sociales o la crítica que expresan los individuos cuando se revelan frente a la pobreza o las discriminaciones son otra forma en que la justicia social aparece en la vida social de manera permanente. Cada vez que alguien se enfrenta a la explotación laboral o experimenta las consecuencias de la desigualdad, en su crítica aparecen las razones estructurales de un malestar que es tan particular como compartido.

El diálogo entre el mundo de las ideas y la experiencia, donde cobra vida la justicia social, es un intercambio dinámico, en constante movimiento. Las luchas que se dieron para terminar con la esclavitud modificaron el pacto sobre lo que una comunidad de individuos consideraba como justo, así como sucedió cuando se discutió la necesidad de limitar el trabajo infantil o se ganó el derecho a voto de la mujer, entre tantos otros hitos.

En ningún caso estas problemáticas se resolvieron por completo, aún hay múltiples casos de trabajo forzado, trabajo infantil y limitaciones en la participación política de las mujeres. Sin embargo, la expresión de ese malestar y las fisuras que introdujo en el mundo de las ideas obligó a renovar las formas de pensar la justicia social en su momento, de actualizar un contrato social necesario para legitimar la forma como construimos sociedad. En términos concretos, después de cada lucha desatada, la vida social, así como las políticas públicas y las estrategias de desarrollo de muchos países cambiaron.

Hoy día, frente a las desigualdades que ha desnudado la pandemia del coronavirus, que se asocia a las demandas que emergen en un cambio de siglo marcado por las transformaciones educativas, tecnológicas y culturales, diversas experiencias de injusticia parecen describir el panorama global y regional. Estas críticas están asociadas a la forma como construimos sociedad y, por lo tanto, a la manera como nos organizamos para canalizar nuestras diferencias, siendo la democracia uno de los principales objetos de cuestionamiento.

La incapacidad de canalizar las experiencias de injusticia y procesarlas de manera institucional es un problema que aqueja al sistema político en diversos puntos del globo. Sin embargo, el conflicto no es únicamente procedimental, es también una consecuencia de un momento histórico de renovación de una idea de justicia social compartida; cambios en lo social y lo político producto de nuevas formas de experimentar las injusticias y de comunicarlas, lo cual nos invita a repensar, en este nuevo siglo, cuánto hemos logrado avanzar y cuáles son los nuevos horizontes de justicia. En el desafío de construir un nuevo pacto sobre lo que entendemos por justicia se encuentra la posibilidad de alcanzar sociedades más cohesionadas, en paz y que nuestros sistemas de convivencia política y social alcancen mayores niveles de legitimidad. Si la utopía por alcanzar sociedades más justas se apaga, todo orden social o régimen democrático se desvanece.

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