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Conectividad e infraestructura, aspectos necesarios para garantizar la producción de alimentos y la operación de los sistemas agroalimentarios en Colombia

28/08/2020

Temas como el desarrollo, la sostenibilidad, la equidad de la seguridad alimentaria y los sistemas agroalimentarios están en el foco del debate dada la situación que vive el mundo por la pandemia del COVID 19.  Para Ángela María Penagos, directora de la oficina de Rimisp en Colombia, abordar la ruralidad, los campesinos y la seguridad alimentaria en este país, requiere una mirada que analice las desigualdades en los territorios rurales del país para comprender sus realidades.

Colombia como buena parte de los países de América Latina, desde la segunda mitad del siglo XX, presentó un crecimiento de la población en zonas urbanas posicionando a las ciudades como polos del crecimiento económico. “Esto se debe a la desagrarización de la economía nacional, a los beneficios de la aglomeración en términos de provisión a escala de bienes y servicios y en términos generales, a las oportunidades laborales que ofrece una economía diversificada; en síntesis, la transformación productiva del país” señala Penagos.

No obstante, al tiempo que esto ocurría, las zonas rurales empezaron a tener cada vez más vínculos con las zonas urbanas y de alguna manera, se incorporaron nuevas actividades a la economía rural. De esta manera, hacia finales del siglo XX, al tiempo que la agricultura se enfrentó a un proceso de globalización en donde buena parte de los alimentos y las materias primas se tranzan a una escala global, los hábitos de consumo y la forma de acceder a los alimentos cambiaron significativamente: se incorporaron nuevos actores como los supermercados y las grandes firmas productoras de alimentos, los canales de distribución se sofisticaron, haciendo que en la canasta de consumo de alimentos entraran productos que no necesariamente hacen parte de la oferta nacional de producción.

“La literatura ha documentado dos elementos de estas transformaciones. En primer lugar, el hecho de que los sistemas agroalimentarios hoy en día se configuran alrededor de grandes centrales de distribución de alimentos y redes de supermercados. En segundo lugar, que la oferta de alimentos está determinada por un conjunto de actores globales, que dominan la producción y distribución de alimentos” señala la economista y master en economía ambiental y recursos naturales. De acuerdo con estudios recientes realizados por Rimisp, en los territorios identificados como urbano-rurales, más del 90% de la compra de alimentos se realiza en supermercados.

De acuerdo con la información del Censo Nacional Agropecuario del año 2014, el 63% de las áreas sembradas en alimentos, descontando café, azúcar y palma de aceite, se concentran en lo que se reconoce como municipios rurales y rural disperso. Esta producción se destina principalmente a centrales de abasto, comercializadores y grandes superficies que se encuentran en ciudades y grandes aglomeraciones. No obstante, son los territorios menos conectados, con bajos niveles de empresarización y bancarización y con limitadas capacidades asociativas.

La Encuesta Nacional Agropecuaria del 2019 encuentra que solo el 3% de las Unidades Productoras Agropecuarias (UPA’s) tienen acceso a internet y el 7% tienen bienes TIC. “De no contar con infraestructura robusta de almacenamiento y canales de distribución de alimentos más descentralizados que se puedan adaptar a una situación como la generada por el COVID 19, se puede poner en riesgo la seguridad alimentaria, particularmente de las ciudades que depende mucho de los mecanismos centralizados de distribución” señala la directora de Rimisp en Colombia.

Por lo tanto, para abordar la seguridad alimentaria, es necesario atender el comportamiento de los circuitos de comercialización, la conectividad y la posibilidad de que estos se puedan adaptar a la nueva realidad.

Esta capacidad de adaptación está relacionada con la posibilidad real que tengan los productores agropecuarios, especialmente de los pequeños, de adoptar nuevas tecnologías, de desarrollar redes y de producir en la calidad y cantidad requerida, lo cual representa un desafío debido al rezago histórico en el cual han permanecido estas comunidades y sus territorios.

“Por lo tanto, la política para garantizar un abastecimiento suficiente y estable, requiere de un gran pacto intersectorial por el desarrollo rural en Colombia, buscando proveer condiciones de conectividad y de infraestructura a los territorios rurales para que la producción de alimentos y la operación de los sistemas agroalimentarios operen adecuadamente y podamos enfrentar los posibles efectos del COVID con más grados de libertad de acción” puntualizó Penagos.

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